Card #10: “Recibí como una obligación sagrada el deber de amparar a los animales en la escala progresiva de sus variadas posiciones en el planeta.”

¿Estamos vivenciando esta sagrada obligación?

¿Venimos ofreciendo de verdad nuestra caridad a los animales?

En la continuación de este mensaje, Emmanuel suplicó: “Extiende tu concepción de solidaridad hasta ellos (los animales), y tu corazón comprenderá, más profundamente, los grandes secretos de la evolución, comprendiendo los maravillosos y dulces misterios de la vida”. [1]

¿Cuáles serían los “grandes secretos de la evolución”, los “dulces misterios de la vida”? ¿Cómo puede la solidaridad con los animales revelar algo así tan profundo?

El valioso mensaje de Emmanuel revela que, además de ser el deber de la humanidad apoyar a los animales, también es una condición inherente al despertar del potencial del espíritu, de la comprensión del funcionamiento de la ley divina y su experiencia. En resumen, un imperativo evolutivo para la expansión de la conciencia.

En este sentido, Juana de Angelis aconsejó que “el individuo que se apiada del sufrimiento de su prójimo – vegetal, animal o humano – dispuesto a ayudarlo, se ilumina fácilmente, frente al conocimiento que tiene sobre el significado existencial de la vida en la Tierra. Este fenómeno es el resultado de tendencias universales resultantes del proceso de evolución moral, que se manifiesta en este sentimiento expresivo de compasión, uno de los más elevados que la psique humana puede expresar”. [2]

Las informaciones de Juana son preciosas. Sin agotarlas, obsérvese que la benefactora revela que el ser que actúa de esta manera “se autoilumina fácilmente” y termina “exteriorizando” la psique humana más alta, demostrando que no es solo un deber de caridad, sino de despertar las capacidades latentes del espíritu, necesarias para la evolución.

Es por eso que en varias ocasiones Juana y otros benefactores fueron repetitivos sobre la necesidad de Comunión con toda la Naturaleza. Juana enfatiza: “la afectividad debe extenderse a todos los seres sensibles, es decir, a las plantas, animales, seres humanos, expandiéndola por toda la Naturaleza”. [3]

El hecho es que necesitamos urgentemente de este espíritu de contemplación, este sentido de unidad y cooperación, de tratarnos unos a los otros, hombres, animales, Naturaleza, como Hermanos.

Qué maravilloso es descubrir los lazos que unen a todas las criaturas, que cada una tiene un valor intrínseco y divino, y eso revela en sí mismo la sabiduría y la bondad del Creador.

Sin embargo, hemos tardado en darnos cuenta de esta sagrada unidad y asumir este deber divino de protección. Por esta razón, advirtió el benefactor Aniceto que “Desde hace milenios, la Naturaleza espera la comprensión de los hombres”, en “ardiente expectativa”, esperando su comprensión y ayuda. “Entretanto, las fuerzas naturales continúan sufriendo la opresión de todas las vanidades humanas”. [4]

Necesitamos no solo comenzar la práctica de la verdadera solidaridad con los animales y la Naturaleza, sino también desarrollar en la intimidad de nuestro ser la percepción de que el medio ambiente comienza en medio de nosotros.

Referencias:

[1] XAVIER, F. C.; EMMANUEL (Espíritu). Emmanuel. 28 ed. 5 imp. Brasília: FEB, 2016. 208 p. Capítulo 17 “Sobre los animales”, pp. 109-113.

[2] FRANCO, D. P.; JUANA DE ANGELIS (Espíritu). Encontro com a Paz e a Saúde. [Encuentro con la Paz y la Salud]. 5 ed. Salvador: LEAL, 2016. 232 p. Capítulo 10 “Em busca da iluminação interior”, item “Processo de autoiluminação”, [En busca de la iluminación interior”, ítem “Proceso de autoiluminación”.], pp. 198-201.

[3] FRANCO, D. P.; JUANA DE ANGELIS (Espíritu). Atitudes renovadas. [Actitudes renovadas.] Capítulo “Afectividad conflictiva”.

[4] XAVIER, F. C.; ANDRÉ LUIZ (Espíritu). Los Mensajeros. 47 ed. 6 imp. Brasília: FEB, 2016. 326 p. Capítulo 42 “Evangelio en el ambiente rural”, pp. 235-240, por el benefactor Aniceto.

Compártelo con quien amas