Artículo #07: El Espiritismo y el consumo de animales

De niños nos educan escuchando fábulas con animales. Hacemos visitas al zoológico para poder ver de cerca diferentes especies. Algunos crecen con la compañía de perros y gatos, pajaritos o peces. La mayoría de las películas para niños tienen una mascota como personaje, sin mencionar los dibujos animados que les dan voz a cerdos, ratones, patos, conejos, pájaros carpinteros, vacas y pollos, cocodrilos y muchos otros. Paralelamente, crecimos consumiendo hamburguesas de carne, nuggets de pollo, pescado asado, huevos de gallina y leche de vaca. Percibimos la existencia de los animales, pero somos educados para tratarlos como algo que vive para servirnos, ya sea comida, entretenimiento, ropa, transporte, conejillo de indias, fuente de dinero, compañía…

En el ambiente espiritista no es diferente. Poco (muy poco) se dice acerca de los animales en las conferencias, en los eventos, en los pasillos de las casas espíritas. Escuchamos fábulas en las bellas exposiciones sobre la moral cristiana y seguimos tratando a los animales como seres creados para servirnos. Observamos la figura de Jesús sin darnos cuenta de las primeras compañías que tuvo cuando encarnó en la Tierra y la conducta ética del Maestro Nazareno en relación con los animales. La mayoría se da cuenta de que algo anima los cuerpos de los animales, pero no quiere aceptar que también ellos tienen un espíritu que recorre el camino de la evolución y que, como nosotros, necesita misericordia y protección.

Sin embargo, es cierto que la literatura espírita tiene un vasto repertorio sobre el tema, que se revela a aquellos que se inclinan hacia adelante con un sincero deseo de comprender la necesidad de desarrollo moral que todos necesitamos.

Actualmente, el cambio climático, los escándalos de corrupción que involucran a los explotadores de productos animales (especialmente en Brasil), el interés de los jóvenes en el tema y el fácil acceso a la información sobre el origen de los productos animales han impulsado el debate social, trayendo nuevos elementos a la luz de la razón.

Tales hechos merecen atención del movimiento espírita, porque, como lo indica el codificador de las enseñanzas de los Espíritus, “Los Espíritus superiores, en sus comunicaciones, proceden con extremada prudencia; y no abordan las grandes cuestiones de la doctrina sino gradualmente, a medida que la inteligencia es apta para comprender verdades de un orden más elevado, y cuando las circunstancias son propicias para la emisión de una nueva idea.” (Introducción al Evangelio según el Espiritismo, ítem II).

Además, como difunde la doctrina espírita, estamos atravesando un período de transformación planetaria, en el que la Tierra deja de ser un orbe de pruebas y expiaciones para convertirse en un colegio basado en la regeneración, en el que la energía del Amor se hará más presente. 

Necesitamos entender que somos agentes de transformación social. Estamos encarnados en este planeta para colaborar con la construcción de un reino de Amor y Paz que nos fue anunciado por varios espíritus de luz que pasaron por la Tierra y, principalmente, por Jesús de Nazaret, el Cristo. Si no hacemos nuestra parte, transformando nuestros sentimientos, nuestras actitudes, nuestras relaciones, nuestro patrón vibratorio, no estaremos en armonía con la energía que gobierna la evolución de los mundos. Y la falta de armonía causa sufrimiento.

Cuando percibimos la existencia de una adicción, ya sea física o moral, debemos dedicarnos activamente para llevar a cabo nuestra propia mejora. Y esta acción debe ser sincera, de adentro hacia afuera, como resultado de nuestra lapidación que solo ocurre con el ejercicio de la libertad, sin imposición externa. Es por eso que la doctrina espírita no impone la abstención con respecto a la ingestión de vísceras de animales o cualquier otra actitud que cause el sufrimiento de los demás. Pero, a su vez, el espiritismo enseña que todos estamos gobernados por una ley inagotable de acción y reacción, de las consecuencias de nuestras acciones, basadas en el libre albedrío. Crea la idea de responsabilidad. Cuando tenemos acceso al conocimiento, tenemos que aplicar la lección de Jesús: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas, 12:48).

Basados ​​en nuestra propia responsabilidad  podemos reflexionar sobre los decires de Jesús de que “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, porque proviene del corazón” (Mateo, 15: 11-18). Esta parte del Evangelio, de hecho, se usa ampliamente como una excusa para comer tripas de animales. Se afirma que sería más importante ser caritativo que dejar de comer carne. Algunos incluso dicen que Adolf Hitler era vegetariano y que Chico Xavier comía carne. Pero reflexionemos un poco sobre esta máxima, centrándonos en el tratamiento que damos a los animales.

Lo que exteriorizamos es un reflejo de lo que somos en nuestro interior. No tiene sentido culpar a lo que es del exterior por nuestras “contaminaciones”. Nutrirse de carne de animales no es lo que entra, es lo que sale. Es el deseo de saborear los restos mortales de un animal lo que nos hace poner el filete en el plato. Y es el deseo de no matar lo que nos hace sacarlo del plato.

La voluntad viene de adentro, viene del corazón. Esto es lo que les sucede a los que fuman, a los que beben, a los que consumen drogas, a los que lastiman, a los que se vengan, a los que calumnian, a los que corrompen. La voluntad es la fuerza trascendente en relación con todas nuestras imperfecciones. Y para que podamos transformarnos moralmente, objetivo principal del espiritismo, necesitamos identificar lo que viene del corazón, lo que viene del interior, para que podamos modificarnos y luego modificar nuestra conducta externa. Solo entonces habrá cambio.

La práctica de la compasión y del respeto por todas las formas de vida es un reflejo de este estudio interno y de la voluntad activa de transformación. Ser consciente de que cada proceso tiene un comienzo es la base estructural para edificar una personalidad más amorosa y más compasiva. Identificar nuestras imperfecciones y aceptarlas, no pasiva, sino activamente, aceptando que existen y que deben ser transfiguradas. Hacer lo que Francisco de Assis enseña: “donde hay odio, que lleve yo el amor; donde haya ofensa, que lleve yo el perdón; donde haya discordia, que lleve yo la unión; donde haya duda, que lleve yo la fe; donde haya error, que lleve yo la verdad; donde haya desesperación, que lleve yo la esperanza; donde hay tristeza, que lleve yo la alegría; donde haya tinieblas, que lleve yo la luz”. Este ejercicio es interno, es cambiar la polaridad de estas energías dentro de nosotros. De esa manera podemos ser instrumentos de paz. San Francisco, de los animales y de la naturaleza.

En este contexto surgen algunas preguntas, cuyas respuestas son tarea de cada uno de nosotros. 

  • En este proceso de evolución en el camino del bien, ¿no está inserta la modificación de nuestros deseos relacionados con la alimentación? 
  • ¿No es necesario analizar nuestras elecciones que interfieren en la vida de los otros seres que viven con nosotros en el planeta, humanos y no humanos?
  • Una de las fases de este proceso evolutivo, ¿no podría ser cambiar la sangre roja que brota de los animales muertos por la luz verde que sale de la clorofila de los vegetales cosechados? 
  • ¿Por qué no asumimos las consecuencias éticas de usar pieles, cuero animal y otros subproductos de los mataderos? ¿Actuamos de manera tan diferente a los hombres primitivos a este respecto? 
  • ¿Necesitamos continuar sometiendo a los animales a pruebas oscuras en nombre de la ciencia, cuando nuestra capacidad intelectual ya ha descubierto otras formas de experimentación? 
  • ¿Tenemos derecho a explotar económicamente la vida de los animales, hijos del mismo Creador que nosotros? 
  • ¿Tenemos derecho a vender al hijo de un perro, un gato, un pájaro? 
  • ¿Tenemos derecho a encarcelar a un ser alado en una jaula, a sacarlo de su entorno natural? 
  • ¿Tenemos derecho de apropiarnos de  un alimento hecho por y para otras especies de animales? 
  • ¿Tenemos derecho a someter a los hombres a actividades tan violentas como matar animales rutinariamente y luego esperar una conducta social pacífica de ellos?

Reflexionamos para que podamos tomar decisiones éticamente. Recordando la enseñanza cristiana: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. (Lucas, 6:31).

Algunos dicen que sería sentimentalismo ser sensible al dolor de los animales y que racional es enfrentar el sufrimiento humano. También dicen que es racional ingerir las entrañas de los animales, como lo hicieron nuestros antepasados. Intentan usar la razón para justificar el consumo de animales, sin embargo, la razón no siempre está en línea con la Verdad.

En el Libro de los Espíritus, pregunta 75, los Espíritus nos enseñan por qué la razón no siempre es una guía infalible: “Lo sería, si no estuviese falseada por la mala educación, por el orgullo y el egoísmo. El instinto no razona: pero la razón deja la elección al hombre y le da el libre albedrío”.

Alejando la mala educación (vestida de cultura), del orgullo (vestido con la idea de que el hombre es un ser aparte en la creación y quizás, última etapa de la evolución) y del egoísmo (vestido con la idea de que los animales fueron creados para servirnos), ¿Hay alguna razón, más allá del instinto, algo racional para que los animales continúen siendo explotados, con sus vidas cortadas por la voluntad humana?

en “Génesis del alma”: “el orgullo humano ha cavado un abismo insuperable entre el reino hominal y el reino animal. La falta de estudio, de observación, de meditación, en una palabra, la ignorancia presuntuosa permitió al hombre destacarse, clasificándolo como un ser separado en la Creación”. Y continúa durante toda la obra : “¿Dónde está la justicia, la equidad, la caridad, la sabiduría del Creador, dando la vida a los seres inferiores que, sin embargo, irradian inteligencia, demuestran perfectibilidad, expresan sentimientos afectivos; físicamente permanecen como nosotros; susceptibles al amor y al odio, sienten, sufren, lloran, ¡y no se les permite disfrutar del mérito de su trabajo, las recompensas de sus gemidos, los resultados de su amor, la luz de sus conocimientos, la inmortalidad de su vida!”.  

El pasado no se puede cambiar, pero se debe estudiar para que podamos efectuar las transformaciones necesarias con miras a la construcción de un nuevo mundo. Lo que fuimos ayer, lo que hicimos ayer: que sea una lección, no una prisión.

Aquí vale la pena resaltar las sublimes palabras de Miramez, un gran colaborador de la doctrina espírita:

“El Espíritu es un pájaro de luz temporalmente unido a la cruz de la carne, para aflojar los lazos que sostienen los sentimientos. La carne es como una cámara, donde las virtudes tienden a madurar, creando cada vez mejores condiciones en términos de verdadera emancipación. Sin embargo, sin saberlo, no podemos avanzar. El conocimiento nos favorece la certeza, que en la palabra evangélica es la misma fe, convirtiéndose en caridad, que se transforma en amor ”. Y agrega: “Luces y más luces se entrelazan en el universo biológico, pidiendo un paso entre los obstáculos creados por la ignorancia que se deshace en el amor derramado por la mente entrenada en el bien. Sé el que no necesita elogios y nunca exige condiciones. Comienza a respetar a todos los reinos de la naturaleza, que ellos te abrirán el libro de la sabiduría y un proceso que quizás no conozcas te llenará de paz y salud, de alegría y conocimiento, en lo que se refiere a tu propia vida”. (Salud. João Nunes Maia, por el espíritu de Miramez. Pp. 21/22).

En la misma obra, en el capítulo titulado “Lo que comes”, Miramez afirma que los seres humanos, incluso con el suministro que tienen a mano, cuando se trata de alimentación, comen incorrectamente. Recordando que la clave de todo está dentro de nosotros esperando el toque que la sabiduría y el amor pueden dar, afirma que “el germen vegetal mantiene la energía de la planta como tesoro que la naturaleza ofrece al Espíritu en viaje en la carne y este, por ignorancia, se olvida de aprovecharlo para su propio bien” (p. 35). Y continúa: “El cuerpo físico obedece el empuje evolutivo del alma y requiere un dispositivo más perfecto y más sensible para sus esfuerzos. La alimentación primitiva ya no es ideal para esta generación y los espíritus de alto linaje espiritual bajan a la Tierra para mejorar la alimentación de los hombres, formando un futuro de mayor alcance, donde en todo prospera la mejora tanto del alma como del cuerpo”. (pág. 36).

El progreso reciente en las investigaciones concernientes a la nutrición, así como la medicina, expone que el consumo de alimentos de origen animal plantea serios riesgos para el mantenimiento de la salud. Ya no es necesario, no nos es útil. Entonces, al elegir poner un filete en el plato, ¿no estamos abusando de nuestro derecho de elección y, en consecuencia, eligiendo un camino más arduo para la evolución espiritual?

Pero, ¿qué pasa con la pregunta del Libro de los Espíritus entonada por algunos de que “la carne nutre a la carne”?

En la pregunta 722 del Libro de los Espíritus encontramos que todo con lo cual el hombre puede nutrirse, sin perjuicio de su salud, está permitido. En la siguiente pregunta, la que dice que “la carne alimenta a la carne”, invocan dos leyes, la de la conservación y la del trabajo, concluyendo que debemos alimentarnos de acuerdo con las demandas de nuestra organización. Además, en la pregunta 724, afirma que la abstención de alimento animal es meritoria si es seria y útil, en beneficio de los otros, y agrega que el que se priva solo en la apariencia es hipócrita. Finalmente, en la pregunta inmediata, cuando se les pregunta qué pensar de las mutilaciones hechas en el cuerpo del hombre y de los animales, los espíritus responden: “¿A qué semejante pregunta? Preguntad otra vez si una cosa es útil. Lo inútil no puede ser agradable a Dios, y lo nocivo le es siempre desagradable; porque sabedlo, Dios es sensible únicamente a los sentimientos que hacia él elevan las almas. Practicando su ley, y no violándola, podréis sacudir vuestra materia terrestre”.

No tendrían que añadirse tales enseñanzas a tantas informaciones que los espíritus han traído desde su edición en 1857, una época en la que ni siquiera había luz eléctrica (sí, la lámpara fue creada en 1879 y el primer circuito de instalación eléctrica llegó solo en 1882) y en la que aún existía la esclavitud humana, la inferioridad social de la mujer, poca (o casi ninguna) consideración por la infancia y la juventud, y tantos otros derechos civiles que hoy parecen tan comunes y necesarios y todavía no se reconocían? Incluso en relación con los animales, hemos progresado social y científicamente. Tomemos el Manifiesto de Cambridge de 2012, en el que importantes neurocientíficos afirman que todos los mamíferos, aves y otras criaturas, incluidos los pulpos, tienen conciencia. Incluso el físico Stephen Hawking estuvo presente en la cena de firma de documentos como invitado de honor.

Necesitamos cuestionar nuestras elecciones actuales, no solo alimenticias. Vivimos en un mundo diferente al de hace 50 años. ¿Quién hubiera pensado que podríamos comunicarnos con una persona que está al otro lado del planeta, a través de un dispositivo de telefonía celular? ¿Quién podría imaginar las facilidades traídas por  Internet, el acceso a la información, a la educación, al intercambio de conocimientos y de experiencias, todo lo cual tenemos el privilegio de vivenciar hoy? ¿Será que la espiritualidad no cuenta con nuestra transformación para ayudar en la implantación de un nuevo patrón vibratorio en el planeta Tierra?

Tierra. El nombre mismo ya nos hace pensar en la importancia de respetar a la tierra y todo lo que en ella habita. Desear mantener el mismo estilo de vida que tenía la población hace 50 años, cuando aún no tenía la oportunidad de acceder fácilmente al conocimiento y lo que sucede fuera de nuestros ojos físicos, facilidades que tenemos hoy, es incurrir en un error muy grave de lamentables consecuencias individuales y colectivas.

Queremos vivir con salud, con alegría, con respeto a nuestras diferencias, que son naturales. Sin embargo, para hacerlo, debemos aprender a vivir de manera saludable, con alegría y con respeto a las diferentes formas de vida. Y hacemos esto en función de nuestras actitudes, nuestras elecciones, que no son más que la externalización de nuestros pensamientos e ideales.

No tiene mucho sentido imaginar la luz, cuando lo que demostramos a nuestros hermanos, incluidos los animales, es la oscuridad. Han llegado nuevos tiempos y, como se ha proclamado, quien esté en la misma vibración energética que este Nuevo Mundo se quedará aquí. Quien no lo haga, tendrá las mismas oportunidades nuevamente, pero en la clase correcta (como en la escuela) en uno de los muchos planetas que existen en esta inmensidad de Vida a la que pertenecemos. ¡La decisión es individual!

Para citar una vez más al Codificador, en el Evangelio Según el Espiritismo, al abordar el tema Hombre de Bien, en el capítulo XVII, describe que “El hombre penetrado del sentimiento de caridad y de amor al prójimo hace bien por hacer bien, sin esperanza de recompensa, vuelve bien por mal, toma la defensa del débil contra el fuerte, y sacrifica siempre su interés a la justicia”. Y en el siguiente ítem, cuando se refiere a los Buenos Espíritas, la reflexión continúa, afirmando que “se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que las inteligencias vulgares y aún de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices más delicados, con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia solo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado. En los unos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la tierra; la niebla que les rodea, les quita la vista del infinito; por esto no dejan fácilmente sus gustos y costumbres, ni comprenden nada mejor que lo que ellos conocen”. Reflexionemos.

Cuando nos damos cuenta de algo y hacemos un compromiso fiel con el cambio, comienzan a surgir las oportunidades. Los cambios, por supuesto, no ocurren repentinamente, pero son constantes. Es un proceso que exige paciencia, perseverancia, perdón y, sobre todo, buen ánimo. Libertad es sinónimo de responsabilidad. Todo es legal para existir, pero no todo es conveniente de usar.

La situación actual de la civilización que habita la Tierra presenta oportunidades sin precedentes para la adopción de una nueva forma de vida. La creencia de que era necesario alimentarse de la carne de animales para mantener la salud ya ha sido contradicha por la ciencia, corroborando la elección de personalidades antiguas como Hipócrates, fundador de la medicina moderna, Platón, Pitágoras, Gandhi, Leonardo Da Vinci, Liev Tosltói, Victor Hugo, entre otros grandes nombres que ayudaron en la transformación de la sociedad de su tiempo. Otros usos comunes de los productos de origen animal también son obsoletos con el advenimiento de la tecnología, como sucedió un día cuando ya no era necesario usar animales para el transporte.

La razón, luz que Allan Kardec recomendó utilizar, ya no permite afirmar que “la carne alimenta a la carne”. Ahora sabemos dónde encontrar los nutrientes necesarios para mantener nuestra vida orgánica y ya no necesitamos alimentarnos de la carne del animal. Encarnados, necesitamos nutrientes específicos que también se encuentran en el reino vegetal. También sabemos cómo almacenar y conservar las diversas variedades de vegetales que tenemos disponibles. Hoy dia tenemos instrumentos del mayor potencial para llevar a cabo investigaciones sobre los nutrientes presentes en todo el reino vegetal y también sobre los efectos que cada alimento tiene en nuestros cuerpos.

La ingestión de carne de animales se ha convertido en una elección, un placer, un exceso. Y el espiritismo no aprueba el exceso: desde el momento en que nos damos cuenta de que no necesitamos algo, la realidad cambia. Y no tiene sentido tratar de corroborar una elección en una situación que es ajena a la nuestra: no son las personas primitivas de un continente determinado, ni el comportamiento de un animal o incluso de otra persona, o una situación hipotética de ocurrencia difícil (quizás imposible): es nuestra realidad que determina nuestras elecciones.

Sumado a todo lo que se ha expuesto, el aspecto moral de bondad, amor y caridad en todas las relaciones nos permite reflexionar sobre nuestra responsabilidad para detener la matanza que actualmente se inflige a ciertos animales, que son vistos como objetos de explotación por algunos seres humanos, todavía arraigados en la idea de dominación y explotación de la vida de los demás (como lo ha sido en relación con extranjeros, hebreos, pueblos nativos, negros, mujeres, niños, y todavía es el caso con los animales). Se llama un perro de mejor amigo del hombre, pero al mismo tiempo, la vida de otros animales se toma para el placer del paladar. Se acaricia a un gato, pero no hay la misma compasión por el animal que se pone en los pies.

Observación oportuna presentada por uno de los exponentes del Espiritismo, el italiano Ernesto Bozzano, en la obra titulada “El alma en los animales”:

“Los hombres de ciencia que declaran convicciones materialistas a menudo sostienen que el espíritu de los animales, como el de los hombres, siendo una simple función del órgano cerebral, deja de existir cuando el órgano en cuestión deja de funcionar después de la muerte. No hay nada incoherente en esta tesis, según la cual el destino de los animales es el mismo que el del hombre; pero la inconsistencia se revela, por otro lado, en aquellos que creen en la existencia del alma humana, tanto los adeptos de diferentes denominaciones religiosas como adeptos de las doctrinas espiritualistas, y que presuponen que el espíritu de los animales está tan imperfectamente estructurado que no sobrevive a la muerte del cuerpo y que, en consecuencia, se deshace en sus elementos constitutivos, diluyéndose prácticamente en la nada, exactamente como postulan aquellos hombres de ciencia. Inicialmente recordé que profesar estas teorías es bastante peligroso para la doctrina de la supervivencia del alma humana, ya que nos llevan a suponer que una simple diferencia gradual en la evolución del espíritu es suficiente para determinar su destino, a veces efímero sin ninguna culpa, otras veces inmortal sin el más mínimo mérito. Entonces, ¿qué pasa con el destino de una gran parte del género humano?”. (p. 202 de la edición de Golden Books, 2007).

En la misma obra, Ernesto Bozzano, después de exponer varios casos relacionados con experiencias espirituales con animales, concluye que “las formas animales de la existencia terrestre, así como las variaciones de la raza humana, solo pueden considerarse formas transitorias por las cuales todos los seres vivos tendrán que pasar; sin el cual la vida en el Universo no se explicaría ni tendría un propósito, así como no habría ninguna justicia en el mundo. Reitero este punto: la escala infinita de los seres vivos sólo puede ser la expresión de las manifestaciones del alma en sus etapas progresivas de evolución espiritual”.

En el mismo sentido, Cairbar Schutel en la obra antes mencionada “Génesis del alma”: “Dios no crea nada inútilmente; todo tiene un fin providencial. Todo progresa, todo evoluciona en el Universo. (…) La existencia del alma en los animales es, por lo tanto, un hecho evidente y racional, como la existencia del alma humana”. (p. 85, ed. O Clarim, 7 ed., 2011).

Hagamos esta reflexión, con la precaución del autoperdón y de la gratitud por poder reconocer el camino del bien, porque solo entonces podremos afirmar que usamos bien el libre albedrío y que hemos evolucionado espiritualmente. No tener verguenza (que nace de nuestra falta de humildad) de reconocer que hemos cometido errores. Tomamos decisiones apresuradas, hablamos lo que no deberíamos, emitimos opiniones sobre los demás sin tener conocimiento, nos centramos en pensamientos mezquinos y actitudes poco caritativas. Sí, estamos en constante evolución, todavía tenemos mucho que aprender y mejorar. Lo que importa es mantener encendida la luz del Amor, siempre iluminando nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestras elecciones.

El gran colaborador Espíritu Lucius, a través de André Luiz Ruiz, en la novela “Despidiéndose de la Tierra”, en la que aborda el tema de nuestro comportamiento en esta encarnación actual, que será decisivo para nuestra permanencia en este mundo o, si es por la locura repetida de esta y de otras vidas, el exilio a un mundo inferior, nos invita a la reflexión:

“El placer, en todas las áreas de la vida, estimula, satisface y, en las áreas más frágiles de la personalidad, abre espacios para excesos que causan adicciones y tolerancias, como una droga cualquiera. Cuando el ser humano comprende su condición de Espíritu que debe comandar la materia, es capaz de dominar los impulsos que se presentan y que, a través del abuso, podrían volverse dañinos. Además, la consecuencia lúcida de la persona es capaz de elegir, gracias al grado específico de madurez espiritual, la mejor manera de vivir su vida de acuerdo con sus proyectos. Sin embargo, en el mundo acelerado en el que todos se permiten vivir, las contingencias emocionales han sido objeto de una intensa explotación, gracias al interés económico de mantener las almas atadas a los vicios que, una vez implantados en la forma de ser, favorecen a quienes los explotan y estimulan en busca de las ganancias financieras que tanto aspiran. Es por eso que siempre será un buen negocio facilitar y aprovechar la adicción al consumismo, al uso de drogas consideradas socialmente aceptables, a las otras drogas, al juego, a la prostitución, y a la gula. Ante este comportamiento relajado, las personas sin voluntad propia siempre dependerán de quienes las exploten, proporcionándoles, a cambio, el dinero y el respectivo poder que tanto aprecian ”. (págs. 204/205, Ed. IDE, 2007).

Para concluir, hagamos un ejercicio de razonamiento sobre lo que entendemos como “justo”. Ciertamente, hasta el dia 13 de mayo de 1888, el día en que se promulgó la Lei Aurea en el Brasil Imperio, fue “justo” la explotación de los negros, que fueron considerados como “sin alma”, incluso (y las consecuencias de este egoísmo aún resuenan en los días actuales).

En la misma línea estaba el tratamiento dado a la mujer, quienes, de acuerdo con el Código Civil de 1916 (que duró hasta 2002), al casarse perdía su plena capacidad, volviéndose relativamente capaz (e incapaz, en sentido contrario), siendo cierto que para trabajar necesitaba la autorización del marido. Este escenario comenzó a perder la apariencia de “justo” solo en 1962, con el advenimiento del Estatuto de la Mujer, pero varias diferencias en el tratamiento que se dice que era “justo” se mantuvieron hasta 1988, año en que nació nuestra Constitución de la República, a partir de la cual se pudieron crear mecanismos más efectivos para proteger a las mujeres en la sociedad.

Y con los animales, ¿el tratamiento que brinda la sociedad actual es “justo”? ¿Tenemos derecho a matar, ya sea una vaca, un cerdo, un perro, una gallina, una ballena, una abeja? Citando a Victor Hugo: “primero fue necesario civilizar al hombre en relación con el hombre mismo. Ahora es necesario civilizar al hombre en relación con la naturaleza y los animales”.

Como consta en el Prefacio de “El Cielo y el Infierno”, la Justicia Divina según el Espiritismo, de Allan Kardec: “Los Espíritus que presiden el gran movimiento regenerador proceden, pues, con mucha sabiduría y previsión, cosa que los hombres no pueden hacer, porque aquellos abarcan la marcha general de los acontecimientos, mientras que nosotros sólo vemos el círculo limitado de nuestro horizonte. Han llegado los tiempos de la renovación, en consonancia con los decretos divinos, y es necesario que en medio de las ruinas del viejo edificio el hombre vislumbre, para no ser dominado por el desánimo, las bases de un nuevo orden de cosas; es necesario que el marinero divise la estrella polar que habrá de guiarlo hasta el puerto”.

Reflexionemos, a este respecto, sobre las disposiciones de El Libro de los Espíritus, en el capítulo XI, Ley de justicia, de Amor y de Caridad:

“873. El sentimiento de justicia ¿es natural o constituye el resultado de ideas adquiridas? R: Tan natural es, que os indignéis a la sola idea de que se cometa una injusticia. No cabe duda de que el progreso moral desarrolla dicho sentimiento, pero no lo crea: Dios lo puso en el corazón del hombre. He ahí por qué encontráis con frecuencia, en personas simples y primitivas, nociones más exactas de la justicia que entre aquellas otras que poseen mucho saber”.

874. Si es la justicia una ley natural, ¿cómo se explica que los hombres la entiendan de una manera tan distinta, y que uno encuentre justo lo que parece injusto a otro? R: Es que frecuentemente se mezclan con este sentimiento ciertas pasiones que lo alteran, como ocurre con la mayoría de los demás sentimientos naturales, y hacen que el hombre vea las cosas desde un falso punto de vista”.

875. ¿Cómo podemos definir la justicia? R: La justicia consiste en el respeto a los derechos de cada cual”.

Cuando consumimos animales, ¿estamos respetando sus derechos naturales?

Que la Luz del Amor de Cristo nos ilumine, para que juntos podamos construir un mundo de regeneración, en el que la COMPASIÓN y la ÉTICA sean nuestras normas de conducta, basadas en la célebre instrucción del Maestro Jesús: “Que os améis unos a otros” (Juan 13:34)