Artículo #17: Domesticación de animales y enfermedades infecciosas

¿La domesticación, o mejor dicho, el dominio de los animales para el comercio y el consumo, ha desarrollado las enfermedades que infectan a los seres humanos?

Según los científicos y los instructores y espirituales, existe una estrecha conexión entre la aparición de enfermedades y la forma en que tratamos a nuestros hermanos animales y a la naturaleza.

Cabe destacar que el Espiritismo va más allá, alertándonos sobre influencias emocionales, energéticas y espirituales en la promoción de la salud o la enfermedad. Sin embargo, no puso en segundo plano la falta de respeto humano por la Naturaleza como potencial generador de enfermedades. Veamos la advertencia de la querida instructora Juana de Angelis al respecto:

“Veamos, por ejemplo, qué ha estado sucediendo en el ecosistema. La falta de respeto a la Naturaleza, debido al desconocimiento inicial y los intereses mezquinos y argenteros del momento, ha producido varios efectos graves para la propia existencia humana (…) la aplicación de hormonas en aves y animales de matanza ha estado provocando enfermedades desconocidas en los humanos; (…) El aumento de áreas desérticas y el derretimiento de los polos son amenazas que preocupan a algunos gobiernos y naciones del Planeta que temen por el futuro, momentáneamente ensombrecido por angustias”.

“La vida es trabajada por un principio de ética divina, que no puede ser manipulada al gusto de la insensatez, y cuyas consecuencias sean impredecibles para sus transgresores”. [1]

Asimismo, el espíritu de Jair Presente, a través de la psicografía de Chico Xavier nos llamó la atención, de manera bastante directa y clara, en el siguiente poema:

“Mi querido Neca da Silva

después de tus andanzas

en pocilgas y corrales,

tú me preguntas

si vale la pena comer

la carne de los animales”.

“De esta práctica en general,

de agresión a tantas vidas

están apareciendo por todas partes

enfermedades desconocidas”.

“Después protege a los animales,

calma y remedio bienvenido.

El hombre ejecuta la matanza

y las enfermedades van siguiendo…” [2]

La estrecha relación también fue explicada de manera muy didáctica por el médico Michael Greger, un gran estudioso de las enfermedades infecciosas, en una conferencia en 2008, cuando predijo con espantosa precisión los acontecimientos de ahora, la pandemia resultante del nuevo coronavirus [3].

Según el Dr. Greger, con el inicio de la creación y domesticación de animales hace unos 10.000 años, las enfermedades infecciosas como sarampión, viruela, tifoidea, polio, influenza, entre muchas otras comenzaron a circular entre los humanos.

Entre varios ejemplos, destaca la domesticación y crianza de patos que nos trajo el virus de la gripe, el influenza. Es impresionante saber que antes de esto no había gripe entre nosotros. En una rápida explicación, aclara que este virus era inofensivo en los intestinos de los patos donde crecía y se diseminaba en el agua, en los lagos donde vivían los patos. Cuando comenzamos a sacar a los patos de su hábitat y obligarlos a vivir en tierra, conviviendo también con otros tipos de aves terrestres, el virus se encontró en un ambiente hostil, sin el abundante medio líquido para propagarse como antes.

A través de mutaciones aparecen variaciones del virus que logran reproducirse en los pulmones de las aves terrestres. Allí alojados, provocan inflamación y consecuente tos con la emisión de chorros de partículas transmisoras, que funcionarán como un medio de propagación del virus a otros huéspedes, garantizando así su supervivencia. Para alcanzarnos fue solo un pequeño salto, o mejor dicho, un poco de tos.

El médico también menciona el resfrío común que habría venido de los caballos. Estos animales previamente estornudaban libres en los campos, pero luego de la domesticación y la invención de la brida, comenzaron a transmitirnos sus virus a través de nuestro contacto con sus secreciones orales. Luego, como anfitriones, también comenzamos a estornudar y a servir como diseminadores de los agentes infecciosos.

Más adelante en la conferencia, el Dr. Greger nos recuerda que los pueblos nativos de América fueron aniquilados por el contacto con los virus y bacterias traídos por los europeos. ¿Pero por qué no fue al revés? Resulta que estos pueblos cazaban animales, pero no los domesticaban, a diferencia de los europeos, por lo tanto, no eran portadores de virus y bacterias y no habían desarrollado anticuerpos para su protección.

Reforzando, fue la domesticación y el consiguiente confinamiento de los animales lo que creó las condiciones para que los virus y bacterias de estos animales ―e inofensivos en ellos―, se propagaran a los nuevos huéspedes humanos con consecuencias que a menudo son letales para nosotros.

Después de mucho sufrimiento y pérdidas humanas durante muchos, muchos siglos, el médico recuerda que la ciencia finalmente nos trajo penicilina, en 1928, y otros tratamientos para enfermedades infecciosas. Solo entonces estas enfermedades empezaron a disminuir al punto en que las autoridades sanitarias estadounidenses las decretaran en la década de 1960 como extinguidas.

Las cifras muestran una gran caída en el número de víctimas humanas de enfermedades infecciosas en los Estados Unidos hasta alrededor de 1975, cuando volvieron a aumentar. ¿Qué hubiera cambiado? Pregunta el Dr. Greger.

La respuesta es: estamos cambiando aún más la forma en que viven los animales y lo estamos haciendo a una velocidad y escala nunca antes vistas.

A través de la expansión de las ciudades y la agricultura, que ocupan espacios donde antes existían los bosques nativos y cambian radicalmente la interacción de la fauna y la flora, y a través de las granjas industriales que confinan a miles e incluso millones de animales en pequeños espacios, estamos creando condiciones aún mejores para la aparición y proliferación de virus y bacterias.

Actualmente, gran parte de los antibióticos se utilizan en estos animales criados de forma intensiva en un intento de combatir los gérmenes, pero que tiene la terrible consecuencia de seleccionar variedades resistentes de estos agentes infecciosos, las superbacterias, que pueden en un futuro próximo ―si no se hace nada para cambiar― representar un riesgo muy grave para la humanidad. [4]

Otra conferencia del Dr. Aysha Akhtar, neuróloga y experta en salud pública de la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos, también sigue la misma línea al decir que “la producción de animales para la alimentación, así como el comercio mundial de vida silvestre, alimenta la aparición de nuevas enfermedades infecciosas… A medida que aumenta nuestra demanda de animales para la alimentación, la piel y el entretenimiento, también aumentan los riesgos de enfermedades infecciosas”. [5]

Un importante informe de tres organizaciones ―Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE)―, publicado en 2004 ya atestiguaba:

“Los recientes brotes de síndrome respiratorio agudo severo (SARS) e influenza aviar han demostrado una vez más el potencial de los microorganismos del ganado para adaptarse a sus huéspedes. En las últimas décadas, muchas enfermedades infecciosas humanas previamente desconocidas han surgido de los animales, de agentes como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH – SIDA), el virus del Ébola, el virus del Nilo Occidental, el virus Nipah y el virus Hanta. De hecho, más de las tres cuartas partes de las nuevas enfermedades humanas, emergentes o reemergentes a principios del siglo XXI, son causadas por patógenos orgánicos de animales o productos de origen animal.

Una amplia variedad de especies animales, domesticadas, peridomésticas y silvestres, pueden actuar como reservorios de estos patógenos, que pueden ser virus, bacterias, parásitos o priones”. [6]

El caso es que toda la llamada “cadena de producción animal” genera condiciones propicias para la propagación de agentes infecciosos y las consiguientes enfermedades en humanos y en los propios animales, desde la cría en la finca o granja, pasando por el transporte y el matadero, hasta el comercio de carne y otros productos de origen animal.

Volviendo a buscar referencias en nuestra querida Doctrina, recordamos que el ambiente que se encuentra en los mataderos se destacó en la obra clave Misioneros de la Luz, donde André Luiz y el benefactor Alejandro entablan el siguiente diálogo:

“Por las vibraciones del ambiente, reconocí que el lugar era de los más desagradables, que, hasta entonces, en mi nueva fase de esfuerzo espiritual, había conocido. Siguiendo a Alejandro muy de cerca, veía a numerosos grupos de entidades francamente inferiores que se alojaban aquí y allí. Ante el local en que se procesaba la matanza de los bovinos, pude percibir un cuadro aterrador. Gran número de desencarnados, en lastimosas condiciones, se tiraban sobre los borbotones de sangre viva, como si procurasen beber el líquido con sed devoradora…”

(…)

“Entre abusos del sexo y de la alimentación, desde los años más tiernos, no hacíamos otra cosa que desarrollar las tendencias inferiores, manteniendo hábitos malignos. ¿Serían, pues, de admirar, tantas molestias del cuerpo y tantas degeneraciones psíquicas?” 

(…)

“–Los problemas son nuestros –aclaró el generoso amigo, tranquilamente–, no nos corresponde condenar a nadie. Abandonando las fajas de nuestro primitivismo, debemos despertar nuestra propia conciencia para alcanzar la responsabilidad colectiva. La misión del superior es amparar al inferior y educarlo. Y nuestros abusos para con la Naturaleza están profundamente enraizados en todos los países, desde hace muchos siglos. 

(…)

“Si hemos sido vampiros insaciables de los seres frágiles que, entre las formas terrenas, nos rodean, abusando de nuestro poder racional ante la debilidad de la inteligencia de ellos, no está demás que, por fuerza de la animalidad que la mayoría de las criaturas humanas aún conserva, vengan a caer desveladamente, en situaciones enfermizas a causa del vampirismo de las entidades que le son afines en la esfera invisible”. [7]

En vista de todos estos hallazgos científicos y las advertencias de nuestros instructores espirituales, debemos preguntarnos:

¿Cuál es nuestro aporte a esta pandemia que ahora nos afecta?

¿En qué medida somos cada uno de nosotros responsables de la destrucción de nuestro medio ambiente y de la forma en que nuestros hermanos menores han sido tratados en este planeta?

A través de nuestros hábitos de consumo, ¿qué prácticas hemos financiado?

¿Podemos optar por hacerlo de manera diferente y así influir en nuestros hermanos y hermanas para que sigan nuestro ejemplo?

Como ya ha exhortado el maestro indio Mahatma Gandhi, ¡seamos el cambio que queremos ver en el mundo!

Sabemos que el planeta Tierra sufrirá inevitablemente una transición. Pero es nuestra responsabilidad cómo se llevará a cabo esta transición. ¿Cómo podemos creer que nuestro Padre, que es Amor puro, nos sometería a catástrofes y pandemias innecesarias por Su propia voluntad?

No, por supuesto que el mal no viene del Padre, tenemos que asumir la responsabilidad de lo que plantamos y cosechamos. Necesitamos empoderarnos para hacer las correcciones necesarias.

Que aprovechemos este momento desafiante, que nos obliga a muchos de nosotros a buscar respuestas, muchas veces internas, y hacer cambios de hábitos y costumbres con respecto a nuestros hermanos animales y al ecosistema en el que ineludiblemente estamos inmersos.

Cuente siempre con el MOVE en tan saludable proceso de reforma íntima hacia un mundo regenerado, más pacífico y lleno del Amor de Cristo que, en los momentos de mayores dificultades, nos sostiene y protege aún más.

Quedémonos con las palabras de aliento y confianza del siempre inspirador Emmanuel:

“El Planeta no es un barco sin gobierno. Las colectividades humanas acostumbran caer en desorden, pero las leyes que presiden los destinos de la Casa Terrestre se expresan con absoluta armonía. Esa verificación nos ayuda a comprender que la Tierra es la viña de Jesús. Allí lo vemos trabajando desde la aurora de los siglos y ahí asistimos a la transformación de las criaturas, que, de experiencia a experiencia, se le integran en el divino amor”. [8]

Referencias:

[1] DIVALDO P. FRANCO, JUANA DE ÂNGELIS (Espíritu). DÍas Gloriosos. Capítulo 9. 

[2] XAVIER, F.C., JAIR PRESENTE (Espíritu). Palco Iluminado. Mensaje  “Alimentos y Animales”.

[3] https://youtu.be/7_ppXSABYLY

[4] https://bit.ly/3lbvIsl 

[5] https://youtu.be/dG8TSC0IuWM

[6] https://bit.ly/36cgsW2 

[7] XAVIER, F. C.; ANDRÉ LUIZ (Espíritu). Misioneros de la Luz. 1ª ed., 2007. Derechos de autor cedidos gratuitamente por la Federación Espírita Brasileña. 352 p. Capítulo 4 “Vampirismo”. pp. 38-49. Acceso el 14-03-2020 https://rb.gy/axviv9  [8] XAVIER, F.C., EMMANUEL (Espíritu) – Pan Nuestro, Capítulo 29. p. 39. Edición digital. Acceso el 05-11-2020: https://bit.ly/35ah8vT