Artículo #05: Desafíos de comunicar el Veganismo y la Comunicación no violenta

Uno de los pilares del MOVE es la Comunicación no violenta, ya que opinamos que es incompatible pedir la paz para con los animales utilizando la violencia contra los hombres, ya sea mediante palabras o hechos. Al final, somos cristianos espiritistas, cuyo amor debe ser para todos y la violencia nunca debe usarse para ningún propósito.

Por ser un reto clave el hecho de comunicar el veganismo, invitamos al educador y amigo Vinícius Lousada para que nos presente más apropiadamente la Comunicación no violenta (en adelante CNV) que, en su entendimiento, es el “lenguaje del corazón”.

EL LENGUAJE DEL CORAZÓN COMO CAMINO HACIA LA PAZ Por Vinícius Lima Lousada.

Para Gandhi no hay camino hacia la paz, la paz es el camino. Cuando recordamos esta frase del excelente pacificador hindú, inspiración para todos los que militamos en el campo de la cultura de paz, se nos insta a darnos cuenta de que la hoja de ruta para la construcción de la pacificación social no es otra que el ejercicio constante de la paz en los diferentes ámbitos de relación en los que vivimos, desde el planeta interior hasta nuestra relación con la Naturaleza, de la que formamos parte.

Para brindarle paz al mundo es necesario poner en práctica la paz en la vereda de nuestra propia alma, construyendo en sí mismo las posibilidades pacificadoras que soñamos para la gran familia humana y todos los seres sencientes, con quienes también formamos una amalgama de elementos interdependientes.

Somos seres relacionales y la conexión con los demás nos nutre, reaviva, califica el sentido existencial en el que apoyamos nuestra forma de ser y de estar en el mundo, nuestra presencia en el seno de la Madre Tierra. En diálogo con los demás nos humanizamos, aprendemos el lenguaje e interiorizamos los valores éticos que impregnan nuestra vida en la ecología de nuestro desarrollo biopsicosocial.

Sin embargo, por alguna razón, en nuestro proceso evolutivo como especie, hemos desatado estos lazos, inventado un modus vivendi de oposición, solitario e individualista. El otro, con quien yo también estoy, paso a verlo como mi oponente, un obstáculo para mi saciedad, supervivencia, quizás felicidad. A diferencia de mí, en un momento determinado de nuestro desarrollo antropológico, se identifica como una amenaza que hay que dominar y la herramienta que surge de nuestra ascendencia para la realización de este deseo es la fuerza, la violencia que propicia la imposición de nosotros mismos e, incluso, la muerte o aniquilación del otro.

A lo largo del proceso histórico llamado modernidad desarrollamos una racionalidad basada en esta desconexión, cuyo vacío existencial resultante de ella parece buscar su realización en el dominio del otro, en su explotación, este otro se puede ver tanto en los recursos naturales como en los pueblos no europeos. Y, por eso, hemos visto imperios subyugando a pueblos supuestamente no civilizados, hemos visto imponerse la monoidea religiosa y prosperar la negación de la diversidad y otras epistemologías, negando otras posibles lecturas del mundo.

Todavía sufrimos, como civilización planetaria, la reverberación de este paradigma en el antidiálogo que impera en diversas instancias de la vida social, ya sea en la relación tú-yo, o en el ámbito político de una nación o entre naciones, en las que el poderío económico y la guerra son la expresión polifacética de la violencia. La maldita herencia de este paradigma es el mito de que la guerra podría traer la paz.

Nunca encontraremos en la historia de la humanidad ningún caso que demuestre claramente que la violencia produjo una paz duradera, todo lo contrario, los opositores o formas de pensar disonantes pueden ser aniquilados o excluídos mediante dolorosos procesos de exclusión, sin embargo, tarde o temprano, los resentimientos, la ausencia del perdón y la negación del diálogo reviven los conflictos que alguna vez fueron ahogados por la violencia física o simbólica.

El caso es que nos enfrentamos a días desafiantes de naturalización de la violencia, lo cual es aplaudido por el paradigma aún vigente. Sin embargo, como la vida pone las posibilidades de curar junto a la enfermedad, hace unas décadas Marshall Rosenberg, inspirado en los valores de la no violencia gandhiana, propuso el lenguaje del corazón como posible recurso para la cocreación de otro nivel de relación humana, diferente a la dominación. y de la violencia, capaz de activar nuestra disposición natural hacia la compasión y, de esta manera, producir una auténtica conexión humana. Rosenberg llamó a este enfoque relacional Comunicación No Violenta (CNV).

Llevo unos años estudiando CNV, pero para mí es más que una técnica o sus pasos. La CNV es una forma de ver el mundo y relacionarse con él desde una espiritualidad que tiene como valores básicos la compasión, la interdependencia, la valoración de la vida; la empatía, el reconocimiento del potencial positivo del conflicto y la disponibilidad permanente al diálogo.

Para o principal sistematizador da CNV, o psicólogo Marshal Rosenberg o caminho da CNV pressupõe alguns elementos que precisam ser exercitados de modo intersubjetivo e intrasubjetivo – arrisco eu – para que se dê a comunicação compassiva, ou seja, a comunicação orientada pela linguagem do coração, promotora do entendimento possível e da paz social a partir de nós mesmos. Esses elementos ou passos, para expressar-se ou acolher a manifestação são:

Para el principal sistematizador de la CNV, el psicólogo Marshall Rosenberg, el camino de la CNV presupone algunos elementos que necesitan ser ejercitados de manera intersubjetiva e intrasubjetiva ―me arriesgo― para una comunicación compasiva, es decir, una comunicación orientada por el lenguaje del corazón, promoviendo el posible entendimiento y la paz social de nosotros mismos. Estos elementos o pasos, para expresar o acoger la manifestación son:

1. Observar la realidad sin evaluar ni juzgar;

2. Identificar y expresar el sentimiento involucrado;

3. Identificar la necesidad insatisfecha relacionada con el sentimiento percibido;

4. Pedirle al otro aquello que nos enriquece la vida.

El proceso comunicativo no violento exige honestidad y empatía en la manifestación de estos cuatro momentos, así como del discurso del otro en este proceso.

Liberados de etiquetas, juicios, interminables listas de “si”, comenzamos a conectar con el ser humano que nos habita y con la humanidad de nuestro prójimo, haciéndonos corresponsables de la posibilidad de co-crear condiciones para el entendimiento mutuo, la cooperación, el respeto y la pacificación social.

¿Te parece utópico? Durante más de medio siglo, cientos de personas en el mundo han utilizado la CNV, en contextos como escuelas, familias, cárceles, conflictos urbanos, campos de refugiados, en el área de la sanidad, en juicios, etc. para la transformación positiva de los conflictos. Por eso, te invito a conocer el libro de Marshall Rosenberg titulado “Comunicación no violenta: un lenguaje de vida. Desarrolla habilidades para relacionarte en armonía con tus valores” [1], publicada por granAldea editores, para practicar la propuesta en tu vida, con los que te rodean.

¡Paz y Bien!

Que nos movamos con la serenidad de ese corazón que obra por el bien, porque sabe que Dios también obra. Por may ores que sean nuestros dolores y angustias, es posible trabajarlos y transformarlos en beneficio de todos los seres, comenzando por la construcción de la Paz en nosotros mismos.

El MOVE es un espacio para acoger y compartir estos dolores, pero siempre con una mirada optimista, confiada en Jesús y en las potencialidades del hombre. Así, optamos por comunicar el veganismo considerando los lazos sagrados que nos unen: minerales, vegetales, animales, hombres y ángeles, todos hermanos, Hijos de Dios, solo, actualmente, en diferentes etapas de conciencia.

Referencias

[1] ROSENBERG, Marshall; Comunicación no violenta, 1a ed. 8a reimpresión. Buenos Aires: Gran Aldea Editores, 2013, pp. 200. Versión online en https://tinyurl.com/y5wr9pfn Acceso el 9-10-2020.