Artículo #21: ¿Mundo de regeneración con mataderos?

“De este modo marcha paralelamente al progreso del hombre, el de los animales, sus auxiliares, el de los vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario en la naturaleza”. (El Evangelio según el Espiritismo – Cap. XIII, ítem 19 – comentario de San Agustín espíritu).

El universo infinito demuestra ser cada vez más espectacular y emocionante a los ojos de los seres humanos. Gradualmente, las dudas antiguas y esenciales de la ciencia humana están encontrando algunas respuestas. Sin embargo, la creación divina es de una complejidad y sabiduría aún tan lejos de nuestra comprensión precaria, que por cada pregunta respondida, nacen muchas otras, entrando en la larga cola de espera del paso de los años para encontrar la luz de las respuestas y soluciones.

La astronomía avanza a pasos largos y rápidos, produciendo y operando telescopios cada vez más avanzados, cuya mirada alcanza las profundidades más distantes en el tiempo y el espacio, buscando las informaciones cósmicas que literalmente residen en la luz que proviene de las estrellas, en todas sus espectro electromagnético, desde ondas de radio, microondas, infrarrojos, la propia luz visible a nuestros ojos mortales, pasando por rayos ultravioleta y rayos X, hasta rayos gamma.

Si observamos los grandes descubrimientos de la ciencia cósmica (y no es necesario ser científico para eso, como en mi caso), desde el comienzo de la historia humana hasta nuestros días, no será difícil ver eso, si hay una palabra o un concepto, que impregna todo el universo infinito, esta palabra sería: evolución. Los catálogos de cuerpos celestes crecen exponencialmente y alucinantemente. Nuestra pequeña galaxia, la Vía Láctea, alberga casi doscientos mil millones de estrellas. Se estima que el universo conocido hasta el día de hoy contiene un número que es difícil de entender, al menos para mí: diez sexillones de estrellas [1]. ¡Significa el número 1 seguido de veintiún ceros! Y muchas, muchas de estas estrellas se unen a su alrededor, por enlaces de gravedad, sistemas planetarios enteros, más o menos como nuestro pequeño sistema solar.

Y pensar que todavía hay hermanos que creen que el universo fue una creación sin vida inteligente, o cualquier otro propósito que no sea recrear nuestras almas en las noches claras y blanquecinas de tantas estrellas en el cielo, o de la intensa luz de la luna, o incluso de los amaneceres. mágicos y bailando borealis. Estas cifras que presentamos son realmente asombrosas y confirman, sin el menor riesgo de duda, que efectivamente hay muchas moradas en la casa de nuestro Padre. [2]

Este rápido vistazo al universo pretende ser el marco ideal para mostrar una obra de arte de la Creación Divina: la evolución. El polvo de estrellas y los gases son los ingredientes principales que constituirán los cúmulos de materia, que, a su vez, se agruparán en remolinos de energía inimaginable, formarán nuevas estrellas. Estos soles, vertiendo materia en los sistemas y ejerciendo sus fuerzas de atracción sobre ellos, harán que estos asuntos evolucionen hacia la formación de planetas y sus satélites. Estos nuevos mundos se estabilizan, evolucionando (¡vea la presencia de este verbo!) al punto de permitir que emerja la vida microscópica, lo que luego inicia una escalada de existencias de varios siglos, progresando hacia formaciones cada vez más elaboradas, poblando los mundos y haciendo de estas las etapas de la evolución moral e intelectual. ¿El punto final de este viaje? Solo Dios tiene proyectos detallados, todos guardados en la “nube” de su Sabiduría infinita, y la contraseña … bueno, todavía estamos lejos de poder recibirla.

La vida y la espiritualidad en el universo no podrían tener un guión evolutivo, si los mundos tampoco lo tuvieran. Así como hay planetas en condiciones ambientales adversas, otros tienen un ambiente suave y sereno. Kardec afirma que la variedad de tipos es enorme. Pero, aun así, el codificador clasifica estos mundos de la mejor manera: los primitivos, que reciben las primeras encarnaciones humanas, donde se destacan la rudeza, el instinto y la falta de belleza en las formas del ser humano; los mundos de expiaciones y pruebas, la etapa actual de la Tierra, donde el mal todavía se destaca; los mundos de regeneración, en los cuales las almas ganarán fuerza, en un ambiente más afirmado y moralizado; los mundos dichosos, donde prevalecerá el bien; y los mundos celestiales, hogares de espíritus purificados, donde quien manda es el bien.

En esta transición planetaria, aquellos hermanos que, aunque no han logrado limpiar todas sus imperfecciones, pero que se esfuerzan sinceramente por reformarse, podrán permanecer en la Tierra y vivir este nuevo momento. Muchos otros espíritus, todavía obstinados en la ignorancia de las leyes divinas que Cristo nos trajo, serán exiliados en mundos más ásperos y primitivos, donde podrán corregirse y evolucionar, mientras ayudan a los hermanos de aquellos mundos a avanzar moral e intelectualmente.

Mirando con cariño a nuestro planeta, nos damos cuenta de que la evolución ha estado presente desde que el hombre descubrió el fuego y comenzó a forjar metales, hasta el día de hoy, cuando construye computadoras y barcos que son cada vez más poderosos. El ala intelectual solo lo hace crecer, mientras que el ala moral, incluso con muchos ejemplos inspiradores de espíritus iluminados que pasaron por aquí, todavía está atrofiado.

Es evidente que hemos avanzado mucho, así como está claro que nuestro mundo aún presenta problemas éticos y dilemas que requieren una reflexión profunda, seguido de un enfoque consistente con el sentido de la evolución que, al igual que impregna el universo infinito, también debe tener su morada en la conciencia de la humanidad terrestre, encarnada o desencarnada.

Nuestro mundo de expiación y prueba fue el escenario en el que la humanidad necesitaba cazar para alimentar y calentar el cuerpo, porque la inteligencia, aún incipiente, no podía crear mejores alternativas. Aun así, no todos nuestros ancestros homínidos estaban buscando los recursos proteicos necesarios en la carne. Las especies del género Australopithecus básicamente comieron frutas, nueces y otras verduras más ásperas, como lo indican los estudios de algunos fósiles importantes, con sus mandíbulas adaptadas para la masticación intensa de tallos y hojas [3]. Con el tiempo, la evolución y el conocimiento han llevado al hombre a elaborar y refinar cada vez más la ropa, los cosméticos, el ocio y la comida, elevando así la explotación de la naturaleza a niveles alarmantes, inaceptables y, por lo tanto, muy discutibles. desde un punto de vista ético y espiritual.

  • En la ropa, incluso con opciones sintéticas o vegetales, todavía usamos pieles.
  • En cosmética, incluso con alternativas naturales, seguimos desarrollando productos a expensas de investigaciones dolorosas en animales.
  • Durante el tiempo libre, incluso con tantas diversiones edificantes a disposición, todavía hay corridas de toros, riñas de gallos, caza y pesca “deportiva” y circos con animales entrenados con el látigo.
  • En la alimentación, aunque la naturaleza ofrece abundantes opciones nutritivas y sabrosas, aún exploramos la vida animal, y a veces con crueldad severa, como el foie gras, obtenido a expensas de la alimentación forzada y dolorosa de gansos, o ternera, obtenida por la triste separación de su madre.

Preciosos recursos naturales y ecosistemas magistralmente equilibrados y hermosos, construidos por nuestro Divino Gestor Jesús, han sido explotados en nombre de pasiones y ganancias. La vida de miles de millones de animales es destruida para atender las más discutibles costumbres, caprichos e intereses humanos.

En este escenario de degradación natural y moral, corremos el grave riesgo de entrar en el mundo de regeneración espiritualmente más evolucionados. Sin embargo, en el marco de un planeta agotado y aún poblado por animales que sufren y pierden sus vidas para nuestra satisfacción.

Algunos intelectuales clasifican los últimos tiempos de la humanidad con el nombre de antropoceno, la era en la que el centro de toda creación en el planeta es el hombre y la satisfacción de sus crecientes necesidades y pasiones. Es la constatación de que la naturaleza se está degradando de una manera preocupantemente acelerada, desde el comienzo de este desafortunado período de la historia.

Tiene sentido. 

Pero no puede seguir así, indefinidamente.

Actualmente, la humanidad alcanza un fantástico nivel de conocimiento moral que, sumado al científico, sacude nuestra zona de confort y nos hace reflexionar, lo que no solo es importante, sino también urgente.

Con las enseñanzas de nuestro Guía y Modelo Jesucristo [4], ampliado en el siglo XIX a través de Kardec y la doctrina espiritista, y con la contribución de otros credos religiosos respetables que tienen una mirada más fraterna hacia nuestros llamados hermanos inferiores, como La Iglesia Adventista, por ejemplo, que a través de una de sus más grandes líderes, Ellen White, advierte que “El Señor dará sabiduría a su pueblo para preparar de lo que la tierra proporciona, alimentos que toman el lugar de la carne”. [5], no hay otra manera: somos conscientes de los conceptos de amor a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos, y por lo tanto, es cada vez más imposible insistir en los estilos de vida especistas, explotando dolorosamente la vida y el medio ambiente, los cuales se chocan frontalmente con la máxima de Cristo, de hacer a los demás (ya sean humanos o animales), lo que queremos que se haga por nosotros.

Este despertar a las premisas de un nuevo mundo de regeneración, siguiendo el ejemplo del Maestro en su humildad y mansedumbre, debe ser sereno, fraterno, alejarse de los movimientos violentos e irrespetuosos, por la sencilla razón de que no se puede pedir respeto por la Creación Divina y faltarle el respeto a las personas. Una cosa no va de la mano con la otra, como el petróleo y el agua, y de esta manera, la falta de respeto y la falta de caridad restarían la legitimidad de esta causa.

En el combo de los grandes conocimientos, recibimos grandes responsabilidades, de allí, la importancia y la urgencia de la reflexión, la reforma íntima y las actitudes consiguientes.

La espiritualidad superior nos ha ayudado desde mediados del siglo XX, con obras llenas de referencias sobre el estado espiritual actual del planeta. Y en algunos casos, con narraciones específicas sobre emprendimientos humanos exploratorios, como los mataderos. En este sentido, ilustramos este artículo con un pasaje de la obra “Misioneros de la Luz”, en el que André Luiz y el benefactor Alejandro visitan un matadero.

Caracterizar un lugar como este, implica el uso de expresiones como: vibraciones desagradables, asco, aglomeraciones de entidades inferiores en condiciones lamentables y actitudes de vampirismo lamentable en relación con “los borbotones de sangre viva” de nuestros hermanos bovinos. Todas estas expresiones fueron manifestadas por André Luiz y Alejandro, testigos presenciales que visitan un lugar, cuya operación es absolutamente incompatible, primero, con el nivel de conocimiento moral, espiritual y científico alcanzado actualmente y que permite, además de la reflexión necesaria, un nuevas actitudes inmediatas y hábitos de consumo; y segundo: la discrepancia en la coexistencia de los mataderos en el contexto de un planeta en regeneración, donde el amor al prójimo, ya sea humano o animal, se fortalece y donde los espíritus y las almas convalecen, buscando la fuerza para vuelos evolutivos superiores. André Luiz con la palabra:

“Ante el local en que se procesaba la matanza de los bovinos, pude percibir un cuadro aterrador. Gran número de desencarnados, en lastimosas condiciones, se tiraban sobre los borbotones de sangre viva, como si procurasen beber el líquido con sed devoradora…”.

 “Pocas veces, en toda mi vida, había experimentado una repugnancia tan grande. Las escenas más tristes de las zonas inferiores que hasta entonces había podido observar, no me habían impresionado con tanta amargura. ¿Desencarnados buscando alimento de aquella especie? ¿Matadero lleno de entidades perversas?  ¿Qué significaba todo aquello?”

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Ante el temor de André Luiz ante tal escenario, el benefactor llama la atención sobre algo muy importante:

“¿Por qué tanta sensación de pavor, amigo mío? Salga de sí mismo, quiebre el caparazón de la interpretación personal y venga al gran campo de la justificación. ¿No hemos visitado ambos, en la esfera de la Tierra, los más diversos mataderos? Recuerdo que en mi antiguo hogar terrestre, había siempre una gran alegría familiar por la matanza de los cerdos. La abundancia de carne y de grasa, significaba provisión para la cocina y bienestar para el estómago. Con el mismo derecho, los desencarnados, tan inferiores hoy como lo fuimos nosotros en el ayer, se acercan a los animales muertos cuya sangre humeante les ofrece vigorosos elementos vitales. Sin duda alguna el cuadro que ofrecen es lamentable; pero no nos compete condenarlos. Cada cosa, cada ser, cada alma, permanece en el proceso evolutivo que le es propio”. [6]

A la advertencia del benefactor Alejandro, podemos agregar que, con respeto y ausencia de juicios de valor, es posible y altamente deseable y urgente que aportemos a acelerar el ritmo de todos en la comprensión del significado profundo de la expresión “amor al prójimo”. ¿Cómo hacer esto? Hablar, estudiar y debatir fraternalmente el tema, siempre hacia actitudes concretas de cambio.

Respondiendo a la pregunta de un André Luiz asombrado en el matadero: “¿qué significa todo aquello?”, podemos decir que a mediados del siglo XXI, en el camino hacia un mundo nuevo y con una base sólida en las referencias encontradas en el trabajo de Kardec, ese entorno lamentable significa un grito de advertencia. Ya no podemos vivir con el dolor infligido a nuestros hermanos animales.

Somos conscientes de esto, y con él, de las responsabilidades.

Ya no podemos tener ningún tipo de mataderos para que sequen las fuentes de alimentos dañinos para los hermanos en condiciones espirituales terribles, en franco vampirismo, se secarán, como informa André Luiz. Sin ofrecer un determinado producto, será necesario buscar otro. Más saludable, ¿por qué no?

De nuevo tenemos conocimiento sobre todo esto, y este conocimiento conlleva responsabilidades.

Los mataderos no coinciden con mundos superiores, ya que estos mundos habitarán almas que están en aumento en la comprensión del amor universal. En esta trayectoria de toda la vida, el consumo de carne y todos los subproductos animales cuyos precios son el dolor y el exterminio, conlleva ingredientes psíquicos positivos. Los seres creados por Dios para evolucionar, el mismo objetivo que estamos persiguiendo, dedican diariamente sus vidas a una determinación humana, saturando los filetes y cosas similares con emociones vinculadas al dolor, el estrés, el pánico y la crueldad.

Nuestra comida puede ser diferente, cuyas especias e ingredientes sean totalmente el amor, la mansedumbre y la paz. En estos platos, amigos, créanme, el sabor será sublime.

Entonces, dado que nuestros cofres existenciales están tan llenos de obras sublimes y enseñanzas que sirven a todos, espiritistas o no, no hay escapatoria posible que nos aleje de las siguientes consideraciones, siempre con el respeto fraterno en relación con las posiciones divergentes, pero firmes en nuestra posición por la vida:

Se acerca el amanecer de un nuevo mundo de regeneración y, dado que este mundo se caracteriza por la convalecencia, dentro de una conciencia profundamente cristiana de amor por el prójimo, será posible imaginar que los pacientes en recuperación en este gran hospital terrestre de un mundo de regeneración, todavía convivan con los mismos hábitos de consumo que lo llevaron a la enfermedad?

En un planeta en regeneración, donde el amor y la paz entrarán en las almas más rápidamente, será posible que las conciencias mantengan la calma, cuando el ocio se obtiene al precio del dolor, como en la caza y la pesca llamadas “deportivas” o incluso en las corridas de toros, por nombrar solo dos casos?

En este nuevo entorno planetario, en el que el despertar para cuidar el medio ambiente será efectivo, ¿cómo podemos seguir maltratando los recursos sublimes de los bosques y el agua, en nombre del dinero?

Residentes de una Tierra más sensible en relación con el valor de la vida animal, donde el amor dedicado a nuestras mascotas debe ser el mismo dirigido a todos los demás seres, ¿cómo será posible mantener la industria ganadera, diseminando tanto sufrimiento y tanto daño al ecosistema?

Y llevando estas reflexiones al contexto del movimiento espiritista…

Conociendo las recomendaciones de la espiritualidad sobre los alimentos ligeros y la abstención sugerida del consumo de productos de origen animal en un día de trabajo mediúmnico [7] [8], ¿cómo no reflexionar sobre la extensión de estas pautas a los otros ámbitos de la vida?

¿Es posible concebir un mundo de regeneración en el que los centros espiritistas no den cabida a estudios y exposiciones fraternales y desapasionados sobre el tema del consumo consciente, especialmente el vegetarianismo y el veganismo, incluso basados ​​en las docenas de referencias existentes en la bibliografía espiritista?

Yendo más allá, ¿cómo continuar trabajando en los campos cristiano y espiritista, difundiendo y alentando el estudio, esforzándose por ser buenos hombres, mientras todavía se estimula la propagación del dolor, el sufrimiento y la muerte de miles de millones de hermanos animales para satisfacer las necesidades de consumo?

¿Es posible y aceptable imaginar el próximo mundo de la regeneración, que llegará a suceder a nuestro duro mundo de expiación y prueba con el fin de restablecer las fuerzas espirituales para nuestro viaje inmortal, que todavía posee instrumentos de sufrimiento, como mataderos, aviarios de producción industrial, miles de piscifactorías en confinamiento cruel, o incluso jaulas, que cobijan hermanos solo para nuestro deleite?

¿Es posible que el movimiento espiritista no tome una posición amorosa y cristiana, aunque con firmeza, contra la explotación animal, sabiendo que somos el principio espiritual que evoluciona (¡de nuevo el verbo!) de seres microscópicos al hombre y del hombre a los ángeles?

Queridos lectores, nunca hemos recibido tantas invitaciones para meditar y actuar, como lo hacemos hoy, en forma de conocimiento y enseñanzas proporcionadas por la universalidad de los espíritus superiores. Con amabilidad, tolerancia hacia las diferencias de comprensión y, sobre todo, con mucha paz, es posible, diría, es esencial incluir este tema en la agenda.

Con las simples explicaciones de este artículo terminaremos repitiendo el título de este texto, pidiéndoles a todos los hermanos que reflexionen, tomándolo como representativo de todo lo que significa la violación del mandato de Cristo: “Ama a Dios sobre todas las cosas y cerca como a ti mismo”.

¿Mundo de regeneración con mataderos?

Referencias bibliográficas:

[1] INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIONES ESPACIALES. http://www.inpe.br/faq/index.php?pai=11

[2] KARDEC, A. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo 3 – “Hay muchas moradas en la casa de mi Padre”. Acceso el 14-03-2020 https://rb.gy/dwwmuq

[3] https://url2.cl/ezYyz 

[4] KARDEC, A. El libro de los Espíritus. Trad.: José María Fernández Colavida. Ed. digital, FEE, set. 2018. 497 pp. Libro tercero, capítulo I “Ley divina o natural”. Acceso el 26-06-2020 https://url2.cl/9g7wk  

[5] White, Ellen. Consejos sobre el Régimen Alimenticio. Versión digital. 486 p. Sección XV: “Los alimentos sanos y los restaurantes higiénicos”. Página 253. Acceso el 07-07-2020 https://url2.cl/ptLGT

[6] XAVIER, F. C.; ANDRÉ LUIZ (Espíritu). Misioneros de la Luz. 1ª ed., 2007. Derechos de autor cedidos gratuitamente por la Federación Espírita Brasileña. 352 p. Capítulo 11, “Intercesión”. Acceso el 14-03-2020 https://rb.gy/axviv9  

[7] Miranda, H. Diálogos con las sombras. Versión digital. 299 p. Acceso el 07-08-2020 https://url2.cl/YSh9E 

[8] XAVIER, F. C.; ANDRÉ LUIZ (Espíritu). Desobsesión. Versión digital. Capítulo II. Clínica “Allan Kardec”. 168 p. Acceso el 20-06-2020 https://bit.ly/3djTTQO