Artículo #27: La liberadora, pero difícil y compleja, renovación de los hábitos

Cláudia Mandato Gelernter, psicóloga clínica, vegetariana, fundadora del Centro Espírita Allan Kardec de Vinhedo y Activista de la Tercera Cultura y consultora del MOVE, nos habla sobre el funcionamiento psíquico y cerebral del cambio de hábitos. ¡No te lo pierdas!

“El cambio puede ser abrumador, pero al final, las únicas personas que fracasan son las que no lo intentan”.

(David Viscott)

Jesús dijo que un día sabríamos la verdad y que entonces ella nos liberaría. (Juan 8:32) Siempre he encontrado esta idea fantástica, pero compleja. Esto se debe a que la verdad aún nos llega fragmentada, atravesando cuestiones culturales, históricas, interpretativas, perdiendo gran parte de su pureza y profundidad.

Sabemos, por ejemplo, que muchas personas han utilizado libros sagrados como herramientas de poder. Y aún hoy sucede: leen ciertos extractos de las obras, desconocen el contexto general en el que se insertan, el tiempo histórico en el que fueron elaboradas y desencadenan defensas o ataques que, en un primer momento, parecen incluso válidos, pero que (afortunadamente!) pueden ser refutados, todo lo que se necesita es el uso de una regla de oro, comentada por el rabino Hillel (Talmud de Babilonia, Sabbat 31a), y poco después por Jesús, cuando fue “tentado” por un fariseo. (Mateo, 22:39). ¿Cómo sabemos si lo que sentimos, pensamos o hacemos está de veras dentro de la verdad, si es lo correcto? 

Simple: hagamos (incluyendo pensamientos y sentimientos) al otro (y al mundo) lo que queremos para nosotros, dejando de hacer lo que no deseamos que hagan con nosotros. A partir de ahí se vuelve un poco más sencillo separar la paja del trigo…

Sin embargo, dentro de este pensamiento, debemos tener en cuenta algo aún poco observado por la gente en general: El hecho de que no siempre sabemos qué es lo mejor para nosotros. A menudo entendemos que ser mimado por la vida sería lo ideal. Muchos todavía albergan una visión egoísta y egocéntrica de mundo, que no es amor propio, sino una postura emocional equivocada. Porque solo la conciencia (y la experiencia) sobre la interdependencia y el amor pueden traernos beneficios, nunca lo contrario.

Dicho esto, vuelvo a reflexionar sobre esta verdad a la que se refiere Jesús. Me parece que, para que sea liberadora, deberá ser introyectada, es decir, deberá ser percibida, sentida, entendida en profundidad por la mente, por el intelecto, pero también por el corazón, por la emoción. Solo entonces se podrá realizar en el mundo.

Lo que quiero decir es que muchas personas incluso conocen (cognitivamente) ciertos conceptos, pero les resulta extremadamente difícil ponerlos en práctica.

De hecho, es necesario que haya una conversación franca, conectiva y profunda entre nuestro intelecto y nuestro campo emocional, que ambos lleguen a un acuerdo común sobre un determinado tema para, finalmente, lograr el ansiado (y poco conocido) insight. 

Es ese famoso “punto de inflexión” mental, un clic específico que nos hace decir íntima y externamente, con fuerza y ​​certeza: “Por supuesto que nunca volveré a hacer eso…” o, por el contrario, un: “Seguro que lo haré, de ahora en adelante!”…

Es un conocimiento completo, total, que desborda del alma y se pone en práctica, de manera inmediata y continua.

¡Así es! Y muchos me preguntan cómo lograr este insight…

Lo que puedo decir es que necesitamos construir conocimiento, experimentar situaciones, analizar el mundo y a nosotros mismos. Es decir, no es algo sencillo, rápido ni fácil.

Sin embargo, sí … es posible cambiar las disposiciones íntimas para mejor, siempre.

De hecho, ¡la evolución es Ley!

El primer paso es despertar al tema. Y aquí ya podemos sentir cierta angustia.

Cuando nos damos cuenta de que nuestra práctica en el mundo nos causa daño a nosotros, a los demás, al mundo o a todos, concomitantemente, la reacción natural del alma es sentirse angustiada, dolida, frustrada consigo misma. Es la culpa la que nos visita. Es por eso que el ego a menudo intenta utilizar varias “excusas” para tratar de mantener alejada de sí mismo esta angustia primordial. Son los que, cuando se les pregunta por la dieta que eligieron, a veces dicen: “Ah… pero Hitler era vegetariano y mira lo que hizo…”o”… las verduras también son hijas de Dios”… o también “No puedo dejar de comer carne, porque mi dieta carecería de proteínas…”

Lo bueno es que muchos de nosotros logramos superar este obstáculo egoico, dejando a un lado las proyecciones inconscientes, mirando este asunto de una manera más franca, racional, honesta.

Solo entonces, podemos aventurarnos a des-construirnos rumbo a otro nivel…

Miraremos el dolor del descubrimiento con más valentía y determinación, aceptando la (buena) angustia que resulta de la toma de conciencia.

Como solía decir el psiquiatra vienés Viktor Frankl, siempre debemos aplicar a los problemas de la culpa, un optimismo, un pensar y un sentimiento prometedor: Debemos utilizar el dolor de esta percepción sobre un error cometido como fuente de reparación, haciéndonos más lúcidos, más completos y congruentes en el mundo.

La culpa en sí misma no es un problema, por cierto. De hecho ella es muy saludable. Muestra que el ego tiene una percepción empática, que se mueve ante el dolor causado. El problema radica en el remordimiento, que es un intenso y continuo resentimiento de culpa, con una autopercepción distorsionada. Creemos que somos incapaces de cambiar, de cambiar nuestras disposiciones. Nos sentimos indignos de la paz o felicidad.

Mirar de frente los problemas internos y externos requiere coraje y atención.

No siempre es fácil pasar por la fase de “tengo que admitir que fui ignorante”.

Sin embargo, es imposible llegar a la verdad introyectada (la comentada por Cristo) sin pasar por el rincón de la toma de conciencia.

Y, tras este primer susto, puede surgir una nueva dificultad: “¿Cómo puedo cambiar este hábito que ahora sé que es disfuncional, pero que se ha construido en mi vida desde hace mucho tiempo?”

Este es el caso de muchas personas que estudian o han estudiado los temas del vegetarianismo como parte de la filosofía de vida y que pertenecen a familias con hábitos carnívoros.

Aquellos que han comido carnes durante muchos años, desde la más tierna infancia y que, tras lecturas variadas (artículos científicos, filosóficos, ambientales, espirituales, etc.), reflexiones intensas y constantes, conversaciones con conocidos, deciden que quieren cambiar de hábitos alimentarios, pero experimentan enormes dificultades en este sector.

Esto se debe a que esta decisión implica varias cosas al mismo tiempo:

  1. Participar de las reuniones familiares (e inclusive con amigos) puede ser un desafío, no tanto por la persona y su nueva dieta, sino porque muchos insistirán en que coma los mismos alimentos básicos que ese grupo. En la mayoría de los grupos, la cuestión de la alimentación puede representar el núcleo mismo de la “pertenencia”. El tema forma parte de reglas implícitas, del “combo de leyes” del grupo, y tiene un enorme poder sobre el inconsciente de todos sus integrantes, incluyendo el que decidió cambiar de dieta.
  2. Dejar de sentir el placer en el paladar, a través de alimentos de origen animal, principalmente carnes.
  3. Enfrentar los prejuicios de algunas personas, aún vinculadas al carnivorismo que, debido a la presión que ejercen algunos vegetarianos más radicales (muchas veces erróneamente ofensivos, agresivos), refutan la idea (y la persona) por sus elecciones alimentarias.
  4. Enfrentar un mundo que aún acosa, esclaviza, mata y consume animales. Mirarlo con claridad y coraje no es sencillo, ya que este despertar de la compasión por los animales a menudo se enfrenta a la impotencia ante muchas injusticias. Sabemos que para ellos, la defensa depende casi por completo de otros humanos… 

Por tanto, estamos hablando de un cambio de lo macro a través de lo micro, que exige tiempo, comprensión, paciencia, resistencia y tenacidad.

Para muchos religiosos del Oriente, cuya filosofía parte de los preceptos védicos (nacidos con la tradición Védica, en el valle del Indo), milenarios, el concepto de Ahmisa (no violencia) es bastante familiar. Los hindúes y los budistas comparten una creencia similar, basada en el tema de la aceptación, del amor y de la evitación del sufrimiento. De ahí la gran cantidad de vegetarianos entre ellos. En las religiones occidentales, como en el cristianismo, el protestantismo e incluso el judaísmo, la cuestión de los animales no tiene mayor relevancia, ya que ni siquiera se los considera portadores de almas, habiendo nacido solo para satisfacer las necesidades humanas.

Avanzando en las reflexiones, y a riesgo de dejar este artículo bastante extenso (ya pido disculpas por eso), destaco otra dificultad, también relevante y que hay que tener en cuenta:

Nuestra máquina más impresionante, el cerebro, registra ciertas informaciones absorbidas en la cultura que se fijan en los múltiples recuerdos, a través de estructuras específicas.

Por lo tanto, ya tenemos construcciones cerebrales que están relacionadas con la dieta que fue determinada por el grupo familiar. Tales estructuras nos impulsan a practicar, de acuerdo con estas informaciones básicas.

Y cualquier nueva práctica, para convertirse en un hábito (para formar nuevas estructuras en el cerebro), necesita repetirse con el tiempo. Demasiada repetición.

El psicólogo Jeremy Dean, autor del libro Making Habits, Breaking Habits: Why We Do Things, Why We Don’t, and How to Make Any Change Stick, escribió sobre cómo funciona el cerebro cuando necesita automatizar elecciones, creando hábitos y lo difícil que es deshacerse de los viejos hábitos y reemplazarlos por otros nuevos.

Constantemente recomiendo a la gente para que practique la meditación. Eso es porque sé (estudié y sentí en mí mismo) sus beneficios en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, no es raro que me digan que son incapaces de continuar con las prácticas diarias, a pesar de que son conscientes, por la vía de la razón, de su importancia.

El caso es que para que esta práctica se convierta en un hábito, será necesaria una decisión firme, insistente y de mucha disciplina.

Para facilitar, indico que comecem com 2 minutos de meditações diárias, apenas, pois para a formação de um novo hábito o importante não é o tempo que dedicamos a este fazer, mas a repetição diária da ação. Ou seja, não adianta meditarmos por 1 hora, uma vez por semana. Isso não trará nem efeitos positivos ao longo da semana (talvez apenas no dia), tampouco criará em nossas estruturas mentais um hábito relacionado a este tema.

Para facilitar, recomiendo que comiencen con solo 2 minutos de meditaciones diarias, porque en la formación de un nuevo hábito lo importante no es el tiempo que dedicamos a hacer esto, sino la repetición diaria de la acción. Es decir, no sirve de nada meditar durante 1 hora, una vez por semana. Esto no tendrá efectos positivos a lo largo de la semana (quizás solo en el día), ni creará un hábito relacionado con este tema en nuestras estructuras mentales.

Lo que pasa es que, si en el pasado se creía que un nuevo hábito necesitaría un número determinado de repeticiones (21 días de una actividad repetida bastarían para que se convirtiera en hábito), hoy ya se sabe (según los estudios mencionados por Dean en el libro), que llevamos una media de 66 días para adquirir un nuevo hábito.

Y con la dieta no será diferente…

A aquellos que aspiran a entrar en el mundo amoroso del vegetarianismo les recomiendo que empiecen por reducir la cantidad de carne que consumen durante la semana. La primera reducción debería ser de las carnes rojas. Luego de las blancas. Con esto, ni el cuerpo, ni la familia, ni la mente sentirán cambios drásticos, que podrían llevar a la persona al estado anterior, con mayores resistencias, por miedo y posibles frustraciones.

Otro punto importante: lea, descubra la nutrición ideal para un vegetariano/vegano.

Existen muchas fuentes de proteínas y vitaminas disponibles en la naturaleza, distintas de las de origen animal.

Veo a muchos vegetarianos comentando errores y causando un flaco favor cuando renuncian a las carnes, poniendo en su lugar solo alimentos elaborados con harina blanca (trigo), azúcares y otros elementos nocivos para la salud. Si el deseo es también cuidar la propia salud, será necesario dejar no solo las carnes, sino algunos otros elementos producidos por las industrias. De hecho, la vuelta al tan querido huerto familiar, a las ferias, a las comidas caseras elaboradas con elementos traídos directamente de la Madre Tierra son y serán siempre la mejor opción.

Sin radicalismo, pero siempre con conciencia y amor, podemos dar largos pasos en la renovación de nuestros hábitos …

Después de todo, lo que Dios nos ofrece en la naturaleza, combinado con el uso de la razón, del intelecto y del amor (también de origen divino, siempre será suficiente y lo mejor para todos nosotros: los seres naturales.

Esta verdad jamás podrá ser refutada, ya que es un concepto que pasa por todos los tamices, sin restricciones.

¡Y que la verdad finalmente nos libere de la ignorancia y del dolor, liberando conjuntamente a nuestros hermanos animales!

Referencias bibliográficas:

DEAN, J; Making habits, breaking habits : why we do things, why we don’t, and how to make any change stick [Creando hábitos, rompiendo hábitos: por qué hacemos las cosas, por qué no la hacemos y cómo hacer que cualquier cambio se mantenga]; Boston, MA : Da Capo, a member of the Perseus Books Group, 2013.

DIAS, H. D. O novo testamento [El nuevo testamento]. 1 ed. 6 imp. Brasília: FEB, 2017. 

FRANKL, V. A vontade de sentido [La voluntad de sentido]. São Paulo: Paulus, 2011.
__. Em busca de sentido [En busca de sentido]. 31.ed. São Leopoldo: Sinodal; Petrópolis: Vozes, 2008.

GIGLIO, Auro del. Iniciação ao Talmude [Iniciación al Talmud]. Editora Sefer, São Paulo, 2000.

ROMANELLI, G. O significado da alimentação na família: uma visão antropológica.  [El significado de la comida en la familia: una mirada antropológica]. Medicina, Ribeirão Preto, 39 (3). p. 333-339, Jul./Set., 2006.

VISSER, Margaret. O ritual do jantar [El ritual de cenar]. Rio de Janeiro: Campus, 1998.

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