Card #60: “Observamos (en los animales) a lo largo de su existencia, los principios sacrosantos de amor y de inteligencia”.

¿Deberían los diferentes grados de inteligencia entre las miles de especies animales ser un parámetro para el deber moral humano en relación con otros animales no humanos?

Durante milenios, la humanidad creyó que la Tierra era única y que estaba ubicada en el centro del universo y que el sol giraba a su alrededor. Sin embargo, durante siglos, hemos sabido que estas creencias no eran más que vanas ilusiones plagadas de orgullo y vanidad sobre nuestro papel en el Teatro Cósmico de la Vida.

No obstante, incluso hoy, con todos los avances materiales realizados, discriminamos a quienes portan momentáneamente un cuerpo de carne diferente al nuestro.

Insistimos en reducir los animales no humanos a objetos subordinados a la voluntad humana para satisfacer nuestras necesidades y caprichos.

Allan Kardec aclara el error de este pensamiento: “El orgullo llevó al hombre a decir que los animales fueron creados en honor de él y para la satisfacción de sus necesidades. Pero ¿cuántos son los que lo sirven directamente, a los cuales ha podido someter, comparados con el número incalculable de aquellos con los que nunca tuvo ni tendrá relación alguna? ¿Cómo sostener semejante tesis, en vista de las innumerables especies que han poblado la Tierra durante miles y miles de siglos, hasta que finalmente se extinguieron, antes incluso de que él apareciese? ¿Se puede afirmar que estas fueron creadas para su beneficio?” [1]

Los principios sacrosantos de inteligencia enunciados por el espíritu Casimiro Cunha [2] han sido desvelados por la neurociencia, demostrando que existen muchas más similitudes que diferencias entre la mente humana y la de otros animales, tanto en la estructura anatómica del cerebro como en su funcionamiento.

Las áreas encargadas de procesar las emociones existen en cerebros de mamíferos, aves, pulpos, peces, etc. [3]. Veamos algunos ejemplos de inteligencia en los animales [4]:

  • Kanzi, un chimpancé pigmeo de 39 años, era bien conocido por sus habilidades de comunicación. Puede comunicarse a través de cientos de símbolos que se correlacionan en palabras.
  • Los cerdos vietnamitas, como todos los cerdos, son muy sociables. Los estudios muestran que los cerdos traman planes para mantener a otros lejos de su comida.
  • Algunos peces cíclidos africanos, nativos del lago Tanganyika en África oriental, pueden distinguir entre peces familiares y extraños por sus patrones faciales. Los estudios muestran que estos peces pasan más tiempo rastreando los movimientos de peces extraños que los movimientos de los peces que conocen.
  • El Aphelocoma californica, un ave nativa del oeste de América del Norte, puede acordarse dónde almacena los alimentos, en más de 200 sitios diferentes, además de los ítems específicos en cada lugar.
  • Los titíes, un tipo de mono que se encuentra en América del Sur, son muy cooperativos. Por lo general, usan llamadas para averiguar la ubicación del otro y comparten comida entre los miembros del grupo.
  • Los cuervos de nueva caledonia son talentosos fabricantes de herramientas que pueden, por ejemplo, dar forma de gancho a las ramas para cavar.
  • Las poblaciones individuales de orangutanes tienen comportamientos únicos, como el uso de ramas frondosas que sirven como “paraguas” improvisados, un conocimiento que se transmite de generación en generación.
  • Los pulpos gigantes del Pacífico han aprendido a abrir matraces, imitar a otros pulpos y resolver laberintos en pruebas de laboratorio.
  • Hay estudios que demuestran que las ovejas pueden reconocer fácilmente a sus parejas y recordar su apariencia con el tiempo.

En el mismo sentido, dijo el benefactor Emmanuel: “Los animales tienen su lenguaje, sus afectos, su inteligencia rudimentaria, con atributos innumerables. Son ellos los hermanos más cercanos del hombre, mereciendo, por eso, su protección y amparo.” [5].

Algunos animales tienen sentidos que ni siquiera podemos entender todavía, como los tiburones, con una gran sensibilidad a las corrientes eléctricas, o algunos insectos que pueden ver la luz ultravioleta.

Por tanto, podemos comprobar que es un error utilizar la inteligencia del hombre como estándar para medir la inteligencia de otras especies. 

Cada especie tiene múltiples inteligencias y habilidades, que no las colocan en una situación competitiva, sino de plenitud. 

De esta manera, la especie humana no es el centro de la Creación, sino un ser que está en el mundo para complementar a otros seres, para ayudar y ser ayudado en su coevolución, como nos enseñó Léon Denis: “En esta laboriosa y penosa evolución que arrastra a los seres hacia la luz, hay un hecho consolador sobre el cual es bueno insistir: que en todos los grados de su ascensión el alma es atraída, ayudada y socorrida por las Entidades superiores. Todos los Espíritus en marcha son ayudados por sus hermanos más avanzados, y deben, a su vez, ayudar a aquellos que están por debajo de ellos”. [6] 

Los seres humanos compartimos con los animales la sensación de dolor, de miedo, de ganas de vivir a toda costa y de ser libres. 

¿Por qué buscamos medir nuestra responsabilidad moral con otros animales por la inteligencia en lugar de la compasión? ¿Por el amor incondicional (independiente de las especies) tan enseñado por el cristianismo? 

¿Por qué seguimos buscando entender el amor al prójimo a través de la inteligencia y no de la empatía, poniéndonos en el lugar de cerdos, bueyes, gallinas, peces y tantos otros animales que esclavizamos y matamos por miles de millones?

La paz que tanto anhelamos y deseamos sólo llegará cuando abandonemos el engaño delirante de ser más importantes para Dios que los otros seres del planeta.

Mientras insistamos en medir nuestras acciones morales con los animales en base a lo poco que nos diferencia, quedaremos atrapados en la rueda del dolor, sufriendo y haciendo sufrir. Hasta que un día, agotados por tanta terquedad, abrazaremos la Naturaleza y luego, finalmente, llegará el Reino de Dios.

Referencias:

[1] KARDEC, A. El Génesis. Capítulo VII “Bosquejo geológico de la Tierra”, ítem 32, pp. 179. Ed. digital, FEE, set. 2018. Acceso el 26-03-2020 https://bit.ly/2RrbRIp

[2] XAVIER, F. C.; CASIMIRO CUNHA (Espíritu). Cartilha da Natureza: A Criação. [Cuadernillo de la Naturaleza: la creación]. Rio de Janeiro: FEB, 2008. 96 p. Capítulo “Os animais” [Los animales], pp. 25.

[3] http://www.ihu.unisinos.br/noticias/511936-declaracao-de-cambridge-sobre-a-consciencia-em-animais-humanos-e-nao-humanos 

[3] https://bit.ly/39t6stO 

[4]  https://bit.ly/3m7RwGP

[5] XAVIER, F. C.; EMMANUEL (Espíritu). Emmanuel. Versión digital. Trad. R. Bertolinni. 108 p. Capítulo. XVII “Sobre los animales”, pp. 55-58. Acceso el 31-03-2021 https://bit.ly/3m7DmW8 

[6] DENIS, L. El gran enigma. 1a imp. digital. FEE, 2006. 104 p. 1ª parte, cap. 3 “3. Solidaridad. Comunión universal”, pp. 16-22. Acceso el 15-6-2020 https://bit.ly/2MXUInF

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